domingo, 5 de mayo de 2013

Respuesta a San Anselmo (Parte 2)

Pasemos entonces al segundo punto:
2. Entonces, como mínimo, Dios existe en mi mente (o entendimiento) ya que puedo pensar en él, es un contenido mental; pero si existiese además fuera de él (en la realidad) sería aún más grandioso (perfecto). Si tenemos dos objetos, uno que existe y otro que no, parece lógico afirmar que el que existe es más perfecto que el que no existe. 

¿Si existiese en la realidad, sería más grandioso? ¿"parece lógico que el que existe es más perfecto"? Habría uno de preguntarse de dónde asume que algo es más grandioso por ser real. De la lógica pura al menos no. Es un pensamiento poco riguroso. Le atribuye gratuitamente un valor a lo real.

Pero el problema parece ser aún más grave. Esto solo será evidente cuando pasemos a la tercera y última parte:
3. Si Dios sólo existiera en mi mente cabría pensar en otro ser superior a él que existiera también en la realidad. Pero como Dios es lo máximamente pensable (lo más perfecto que cabe concebir) ha de existir también en la realidad ya que si no no sería lo máximamente pensable. Ergo, Dios necesariamente ha de existir.
Al leerlo todo completo y regresar al último enunciado del punto dos, nos damos cuenta de que esos "dos objetos" que compara no son el Dios mental y el Dios real, sino dos objetos cualquiera. Es decir, que para San Anselmo un objeto real, por más burdo que este sea, es "más perfecto" que cualquier idea abstracta. Solo por el hecho de ser real. Quizás toda la crítica se resuma en eso: esa presuntuosa afirmación de que algo es más perfecto si es real.

Este fue el argumento ontológico de San Anselmo. Si alguien mantiene la esperanza de rescatar algo de él, son bienvenidos sus comentarios. Si no, no me cabe duda que habrán otros argumentos, discursillos sentimentalistas, apelaciones al temor de dios, advertencias de arrepentimiento, etc. que nos lloverán como fuego y azufre.


sábado, 4 de mayo de 2013

Respuesta a San Anselmo (Argumento Ontológico)



Lo leí y no me resistí a destriparlo y  examinar sus (¿falaces?) entrañas...

Todo consiste en desmantelar el lenguaje. El texto se divide en 3 partes. También nuestra crítica:

1.- Comencemos por preguntarnos (en un plan muy ignóstico): ¿Qué es Dios, es decir, cuál es la definición de la palabra? Si "Dios" es únicamente "aliquid quo nihil majus cogitari possit", entonces no habría razón para dudar de su existencia, puesto que el ser humano piensa y basta que piense en algo para que ese algo encaje en la definición de Dios. Al pensar en más cosas y en nuevas cosas cada vez, Dios (tal y como se define) pasaría a ser la más gradiosa de las cosas pensadas. O sea, un comodín. Pero no. Porque en ese mismo análisis lingüístico debemos tomar en cuenta que el contenido semántico de las palabras cambia. Esa definición de Dios no es la que funciona hoy. Nadie atribuye tal significado cuando oye la palabra Dios. Lo más común es que la palabra Dios adquiera un significado con nombre propio, el del Ser Supremo venerado por la cultura de ese contexto. O un Ser Supremo sin nombre ni apellido en los casos más admirables. Recordemos también que no existe una correcta definición de Dios. Quizás sí una oficial (de acuerdo con la convencionalidad del lenguaje), pero esta, de seguro, no sería la más convencional.

Esto a nivel de discurso es muy conveniente. Cuando un filósofo defiende la existencia de "Dios", el creyente suscribe entusiasta agitando su crucifijo. La confusión de sentidos es un arma potente de religiosos expansionistas sin escrúpulos (que no son todos, pero algunos) en tanto que ganan una defensa gratuita de las creencias que desean expandir. Dudo que la definición "oficial" (o las diferentes versiones vigentes) se reduzcan únicamente a lo que menciona San Anselmo. Incluso el mismo San Anselmo podría estar obviando otros datos de la definición de Dios que estorbarían en su argumento ontológico. Esos que le impiden ser un comodín.

Siendo así, el argumento ontológico pierde toda su flexibilidad con la que consigue mostrarnos la existencia de Dios como una opción amplia y abierta. No lo es. Es una puerta grande para un rincón estrecho. El concepto de Dios es más bien rígido y intolerante al más tímido relativismo para como lo entienden quienes defienden a ultranza estas creencias.

Con esto hemos sacudido bastante solo en el primer punto. 

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